¿Qué sucede cuando algo deja de ser elección y se convierte en mandato?

Reseña: El cielo de la selva, Elaine Vilar Madruga
Editorial Lava, 2023
Por: Cristina Joven
Fecha de publicación: 2 de mayo de 2025

Portada del libro "El cielo de la selva" de Elaine Vilar Madruga

¿Qué sucede cuando algo deja de ser elección y se convierte en mandato? En un mundo donde la maternidad a menudo se idealiza, El cielo de la selva ofrece una mirada cruda y simbólica sobre las exigencias impuestas a las mujeres. Elaine Vilar Madruga construye una narrativa donde la selva representa sistemas que devoran a quienes buscan sobrevivir en sus márgenes. 

⚠️ Antes de seguir: esta novela no es apta para corazones ni estómagos sensibles. Lo que encontrarás en sus páginas remueve, y mucho.

Y antes de adentrarme en la novela, hay una pregunta que me sigue rondando: ¿Cómo hablar de ella sin traicionar su misterio ni anticipar su fuerza? Porque lo que ha logrado la autora es, sencillamente, deslumbrante. Quisiera que quienes lean esta reseña se acerquen al libro como lo hice yo: sin mapas, sin certezas, dejándose arrastrar por una historia que descoloca, interpela y que te pone los pelos de punta. 

La selva que da título a la obra es mucho más que un escenario. Es una presencia viva, un dios hambriento que rige los destinos, encarna la crueldad de las estructuras patriarcales y convierte la naturaleza en una trampa ritual. Es un sistema que impone, devora y normaliza (como muchas de las estructuras de la vida real, vamos). 

El estilo de Vilar Madruga resulta hipnótico. Su prosa lírica, feroz y de ritmo implacable se mueve entre la belleza y el espanto con una maestría que cautiva. Su lenguaje es directo e incisivo, y aunque está lleno de imágenes que desgarran por su crudeza y su verdad, también lo está de otras de una belleza espectacular. 

Otro de los aspectos más cautivadores es el hecho de que nos encontramos ante una novela polifónica, refiriéndonos no solo a la multiplicidad de voces narrativas (que en este caso existen), sino también a que cada una de esas voces tiene una identidad, una visión del mundo, una forma de hablar y de sentir muy distinta. A través de capítulos breves y cargados de tensión, se nos dibuja un mundo cerrado, atemporal y profundamente opresivo, en el que lo fantástico y lo real se funden sin fisuras y en el que el lector se rinde sin resistencias al realismo mágico que lo envuelve. 

Hay ecos de Rulfo, reminiscencias de El cuento de la criada, y sin embargo, se trata de una obra profundamente original. La crítica a la opresión femenina se despliega aquí sin didactismo, a través de símbolos poderosos y decisiones narrativas arriesgadas que funcionan como un engranaje perfecto. La novela no ofrece concesiones, pero sí momentos de una extraña ternura, de una solidaridad mínima que, en medio del horror, sigue brillando. 

Este ha sido mi primer acercamiento a la obra de Elaine Vilar Madruga, y ya quiero más. Pocas veces una novela me ha sacudido tanto sin necesidad de decirlo todo. Lo que calla es tan potente como lo que muestra, y el manejo de los silencios es, sencillamente, perfecto. Y quizás por eso, lo más honesto que puedo hacer es invitarte a que entres en la selva sin saber qué vas a encontrar. Solo así, como ocurre con la literatura de verdad, el asombro será completo.

Sobre la autora

Foto de Cristina Joven. Cristina es una mujer de alrededor de 35 años. Tiene cabellos largos castaños y lacios; tez clara y ojos verdes. En la foto mira de frente a la cámara y sonríe. Lleva puesto un pullover en tono marrón claro.

Procedente de la costa atlántica, he crecido entre la niebla, la lluvia y los verdes infinitos de Galicia. Hace un año y medio que vivo en Barcelona, ciudad a la que llegué empujada por la urgencia de buscar cuidados para un cuerpo habitado por lo raro.

Aquí, en este norte más cálido, he encontrado algo que no buscaba y que ahora reconozco como hogar: la familia Ciempiés.

La escritura y la lectura me sostienen cuando todo lo demás tambalea. Es mi forma de resistir, de estar en contacto con lo que no siempre se ve, de tejer vínculos en medio del dolor.