Escrito por: Javier Rey
Fecha de publicación: 11 de julio de 2025
Mucha carne para cortar ha dado en los debates sobre cine la película La sustancia hace unos meses. Aunque, en un mundo cada vez más veloz y descartable con las obras (culpen al paradigma Netflix), esas conversaciones parecen que han ocurrido hace diez mil años.
La segunda película de Coralie Fargeat —quien no la vio ya no la verá porque no es de lo que toca hablar este próximo lunes al entrar con puntualidad de oficinista en las redes sociales— ha convertido a la directora casi en estrella súbita, que brilla bajo los focos de todos los festivales.
Sin embargo, esta «nueva» esperanza del cine hecho por mujeres (pero no solo para ellas) no tiene nada de novata. ¿Dónde estuvo Coralie todo este tiempo?, me pregunté al salir de la sala. Y resulta que descubrí que tenía una película previa, de 2017, es decir nada menos que siete años de diferencia con su segundo film.
Revenge no es solo un homenaje, desde su nombre, a ese subgénero cumbre en los setenta llamado rape and revenge («violación y venganza»), sino una continuación del legado imprimido por la maestra y prócer Ida Lupino en Outrage (Ultraje), de 1950.
Ya en su primer visionado, Revenge me convenció de que debía estar en el cine club organizado por Ciempiés. Y mientras más la veía, más me gustaba.
Coralie no necesita inventar nada nuevo desde lo argumental (oh, malditos tiempos en lo que la trama lo es todo y los apáticos espectadores exigen los giros de guion como cristianos a los leones). Simplemente, darle su propio cómo a un relato ya conocido. Ahí es donde se transforma en artista.
La peli, y el debate posterior que tuvimos en la última sesión antes del intermezzo de verano, nos dio para hablar de todo: feminismo, colonialismo, ecologismo, religión, Tarantino, neón, animalismo, empoderamiento, lo fantástico, territorialidad y hasta de El mago de Oz.
¿Y por qué, si se trata de una obra tan buena, han pasado esos largos siete años entre obra y obra? Probablemente, por todos esos temas enumerados. Una historia simple en su ejecución y profunda en su concepción no es lo que le conviene al sistema. Ojalá Coralie logre darnos su tercera obra de aquí a un año o dos como mucho, pero sobre todo que no traicione su esencia. Prefiero esperar siete años, que verla dirigir algo como Wonder Woman 26.
Volveremos con el cine club en septiembre, después de cruzar este caluroso calor europeo. Mientras tanto, vean (o revean) Revenge.