Cinco preguntas para una comunicadora

Hoy: Laura Victoria Lesmes Velasco

Por: Ciempiés
Fecha de publicación: 27 de junio de 2025


Sembrar palabras, cosechar caminos: escribir como acto de vida

Plano medio de Laura Victoria Lesmes Velasco. Tiene el cabello largo, liso y castaño oscuro, salvo el flequillo que está decolorado. Es una mujer de 35 años. Lleva una camiseta negra debajo de un saco rojo. Mira a la cámara, con una media sonrisa.

Laura Victoria Lesmes Velasco es abogada especialista en comunicación digital, escritora, facilitadora de cursos y talleres. Bogotana radicada en Barcelona. El título de esta entrevista es una elección de la propia Laura Victoria, Puedes conocerla, leerla y enterarte de todos sus proyectos en sus redes:
Instagram: @lavictorialesve @somoshabital
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Laura Victoria Lesmes Velasco
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¿Cómo llegaste a este campo profesional?
El campo profesional llegó a mí. Pero la escritura se convirtió en mi compañera mucho antes de eso. Mi primer recuerdo es de la adolescencia, cuando escribía poemas de amor y desamor para novios que me inventaba.
También me destacaba en la clase de español en el colegio y redactaba los trabajos de mis compañeros a cambio de alguna moneda o algo de sus onces. Además, vendía cartas de amor para los niños que querían impresionar a alguna niña. Siempre me dolió no ser una de esas niñas que recibía cartas de amor y pensaba que quizás solo había nacido para escribir sobre el amor y no para experimentarlo. Nada más alejado de la realidad, aunque aún siento que no recibo tantas cartas de amor como me gustaría.
Mi mamá dice que, cuando era aún más pequeña, ya era escritora. Mi profesora solía dejarme a cargo de la clase cuando debía ausentarse unos minutos y me elegía a mí porque entretenía a los niños contándoles cuentos que me inventaba.
Dando un salto a un pasado más reciente, estudié derecho. Hasta hace poco, odiaba ser abogada. Las veces que he ejercido mi profesión me he sentido miserable; la carrera fue una tortura y los ambientes laborales en derecho que he conocido han sido hostiles, machistas y abusivos. Sin embargo, logré reconciliarme con mi profesión y ahora la veo como un hilo que forma parte del tejido de mi vida. Es un hilo que, por sí solo, no me agrada: tiene un color apagado y una textura áspera, pero cuando doy un paso atrás y observo el conjunto, encaja en el todo.
En la época en que detestaba mi carrera pero insistía en encontrar trabajo en el área, llegué a la Secretaría de Cultura de Bogotá, una entidad pública. Buscaban una asistente para el abogado de la oficina de comunicaciones. Allí, fuera del ámbito abogadístico (a mí me gusta inventar palabras o usarlas en contextos distintos a los que la RAE exige), me encontré con un ambiente creativo, dinámico y humano.
Si bien realizaba las tareas propias de una auxiliar jurídica, la jefa de la oficina —quien hoy es una amiga entrañable— me motivó a escribir artículos, apoyar la organización de eventos culturales, asistir a comités creativos, desarrollar estrategias de comunicación y explorar todo aquello que despertara mi interés.
Siguiendo su consejo, que le agradeceré toda la vida, estudié una especialización en comunicación digital. Esto me permitió trabajar en esa oficina casi siete años, donde pude escribir, editar y crear, pero también gestionar contratos laborales y administración financiera. Logré compaginar mis habilidades y conocimientos.
Como mencioné antes, este campo profesional llegó a mí. Ahora sé que los oficios del lenguaje son tan diversos y vastos como la vida misma, así que no temo afirmar que este es mi ámbito profesional, incluso si jamás he publicado un libro, si no trabajo en una editorial o si no estudié literatura o comunicación. Mi campo profesional es el que yo siembre, y no necesito validación externa, solo la cosecha de mi propio trabajo.
¿Qué le dirías a una persona que quiere dedicarse a la comunicación?
Que quizás ya esté dedicada a la comunicación. Tal vez sea alguien que habla con elocuencia, que tiene en la aplicación de notas de su móvil múltiples cuentos, historias o poemas escritos; que, al terminar una película, redacta su opinión y la publica —o no— en redes sociales; que envía mensajes de Año Nuevo personalizados en lugar de hacer un copi-pegue; que sueña con tomarse un año sabático para aislarse en una cabaña en el bosque y escribir su novela; que siempre lleva un bolígrafo en los bolsillos para anotar ideas en cualquier servilleta de bar que encuentre.
Si esa pasión está presente, con disciplina amorosa, consciencia de su vocación y una red de apoyo, es posible convertir esa dedicación en una fuente de ingresos.
¿Crees en el poder de las palabras? ¿Las cuidas al escribir o al dar una presentación?
Creo en el poder de las palabras, tanto desde una perspectiva política como espiritual. Reconozco y promuevo el lenguaje inclusivo, la comunicación anticolonial y antirracista. Nuestra forma de comunicarnos está determinada por cómo entendemos el mundo, por lo que habitamos narrativas coloniales y hegemónicas sin cuestionarlas. El lenguaje es una herramienta social, y su uso es un acto político.
También veo el cuerpo como la materialización del ser, un vehículo que nos permite vivir esta experiencia que llamamos vida, y el lenguaje se manifiesta a través de él: en sonido, tacto o señas. Considero el cuerpo un territorio, y por eso procuro cuidarlo, jardinearlo (una palabra que aprendí hace poco de mi terapeuta), nutrirlo, limpiarlo y sembrarlo, lo que también incluye la palabra. No digo que debamos expresarnos solo con términos positivos y armoniosos, en absoluto. Me refiero a que intento que mis palabras estén alineadas con la persona que soy o que estoy en proceso de ser.
Así que sí, cuido mucho mis palabras al escribir o al dar una presentación.
¿Qué opinión tienes sobre la inteligencia artificial? ¿La ves como una amenaza?
No considero que la inteligencia artificial sea una amenaza; veo a la sociedad como una amenaza constante. La humanidad es creadora e inventiva: todo lo que existe en la actualidad ha sido gestado y desarrollado por la curiosidad y el esfuerzo humano. Por supuesto, muchas de estas creaciones responden a fines capitalistas y egoístas, pero confío en que el arte, la ciencia y la tecnología siempre han surgido de un corazón latente y un sistema nervioso activo.
Creo que todo lo que construimos como humanidad tiene potencial para prosperar. Sin embargo, vivimos en una sociedad regida por un sistema neofeudal, y a eso sí le temo. No de manera cobarde, sino desde la acción. Uso la inteligencia artificial con conciencia de su impacto ambiental y la apruebo cuando no implica la sustitución de un trabajo humano, sino su complemento.